Hace algún tiempo asistí a un interesante debate sobre el asalto libre y escribí más para mi que otra cosa, estas líneas que ahora publico. Estas reflexiones no son nada nuevo, es algo que ya desde hace tiempo mucha gente ha ido asumiendo, por lo que con esto no pretendo más que dejar por escrito una reflexión que aunque conocida, no deja de ser importante para cualquier escuela de esgrima histórica.
Lo primero es centrar el debate y dejar claro que se haga lo que se haga el asalto libre no reproduce en realidad un duelo, ni ahora ni nunca. Pensar que lo que uno hace cuando tira un asalto es lo que haría si estuviera tirando un duelo, es de una enorme ingenuidad, ninguna realidad emocional puede entenderse del todo con el intelecto, por mucho que uno piense en ello no es posible saber lo que se siente cuando se hace el amor hasta que no se hace, ni se puede imaginar el miedo que se tiene ante la posibilidad de morir hasta que uno se encuentra en dicha situación.
En su momento todo el mundo lo intentamos, hasta que con los años uno acaba dándose cuenta de que no se puede simular un combate hasta el punto que realmente se pretendía y que se haga lo que se haga, se use lo que se use, se ponga uno lo que se ponga, o justamente porque uno se lo pone, lo que uno hace es Esgrima.
Para el caso que nos ocupa, que otras acepciones puede tener el término, Esgrima es el conjunto de principios y técnicas que aplicadas nos permiten usar nuestro cuerpo y nuestra arma – que en mi caso es la espada aunque podrían ser otras – para garantizar mi defensa y la ofensa del contrario. Pero no es el combate. Es el entrenamiento que precede al combate. La Esgrima me da las herramientas que usaré en el combate. En su día la Esgrima era parte importante de la formación de un gentilhombre porque le daba los recursos técnicos y el entrenamiento que algún día tendrían que salvarle la vida. Pero no pretendían con ello simular el verdadero combate. Y por dos buenos motivos; porque es imposible y porque iban a tener y tenían muy jóvenes la necesidad real de combatir por su vida.
Somos nosotros los que, ingenuamente, queremos reproducir el combate real olvidando lo que ellos sabían muy bien, que no se puede. El combate, el verdadero combate, violento y mortal, no puede simularse, porque se sitúa a un nivel más que técnico esencialmente emocional.
No queda más remedio que ser honesto y aceptar los límites de nuestra Práctica. Hacer esto es muy saludable y esencial para realmente progresar en el aprendizaje de la Esgrima como disciplina que entrena al practicante para un duelo que, por suerte hoy en día, nunca tendrá. Esto nos permite desarrollar aspectos típicos de la Esgrima, el manejo sutil y preciosista del arma, el dominio del equilibrio, el tacto, habilidades que lanzan al esgrimidor a un nivel superior en la Práctica del Arte.
Y el que quiera adentrarse en los libros verá que todas las tradiciones, tanto la nuestra como la italiana o la francesa se mueven dentro del mismo esquema. La diferencia es que muchos de sus maestros si conocían de primera mano el asalto con blancas y por eso esta reflexión le resultaría por evidente, una sandez.
Todo esto no significa que haya que abandonar el asalto libre y una práctica realista, en la medida de lo posible es importante, simplemente hay que conocer los límites insalvables de ese realismo.
Personalmente creo que todo el que tiene que enseñar debe reflexionar constantemente sobre el asalto libre como herramienta pedagógica, sobre sus bondades – que las tiene – y sobre sus límites – que también los tiene – . Y lo normal es que con los años aquel que asume una tarea docente sea – debería serlo por lo menos hasta cierto punto – capaz de entender que se consigue aumentando o disminuyendo el tiempo dedicado al asalto libre. Esto le permitirá usar el asalto como herramienta que es lo que es, y no como un fin en si mismo. Aunque es una perogrullada, la Esgrima, la Ciencia de las Armas, es mucho más que ser efectivo en el asalto libre.
Reducir la Esgrima al simple hecho de tocar es un error y si se enseña esto en pocos años la progresión de los alumnos queda truncada de forma inevitable. Hace años que en clase insisto en que el tocado es la consecuencia de una buena esgrima no el fin último de ella y hace años que vengo comprobando que eso no es tan fácil de asumir, así que me doy cuenta de cuan necesario es insisitir en este punto. Por lo menos si lo que se pretende es aprender Esgrima como Arte Marcial. Si lo que se pretende es intercambiar golpes sin asumir el valor de la punta y del filo la cosa cambia, pero eso honestamente no es lo que intentamos hacer. El combate implica necesariamente el riesgo de recibir la herida y no puede ser simulado por completo, puesto que es más una realidad emocional que técnica. Por ello aunque hay diferencias muy importantes, la competición, el asalto tirado bajo la presión de ser eliminado o pasar la ronda, resulta una herramienta útil para el desarrollo emocional del que practica Esgrima, sea esta del tipo que sea.
Pero por otra parte entender la esgrima como una disciplina enfocada a la repetición de ejercicios sin conocer, no solo de forma intelectual, sino con el cuerpo, el sentido de lo que se hace en la Práctica, ni ser capaz de aplicarlo en el asalto libre, escudándose en que se práctica el Arte puro, no conduce a ninguna parte. Entre otras cosas porque toda práctica moderna de esgrima con armas antiguas es un sistema actual, condicionado por su naturaleza lúdica, por el tipo de espadas negras que se usen y del equipo de protección del que disponemos. Se enfoque como se enfoque la Práctica moderna del Arte con más o menos asalto libre o solo con trabajo técnico, por muchos tratados que se lean lo que cada uno hace es lo que él hace, no lo que hacían los antiguos autores. Los tratados ayudan a un profesor a configurar su método práctico, pero no son un método práctico en sí, porque para ser un método práctico debería por definición estar vivo en la Práctica no por escrito en un tratado. De los textos escritos se puede extraer información para configurar nuevos métodos prácticos pero no reconstruir los que fueron. Estos se perdieron cuando se perdió su Práctica viva. Y esto no significa que mucho de lo que nosotros hacemos hoy en día no sea, posiblemente, lo mismo que hacían ellos. La biomecánica humana es hoy en día la misma que en los siglos pasados y esto limita las posibilidades a pesar de que esas posibilidades son muchas, variadas y variables, en función de las armas que se usen la filosofía del profesor, y la experiencia y habilidad del practicante. Personalmente estoy convencido de que muchas de las cosas que yo hago en la Práctica y en el asalto libre y que enseño, son iguales o muy parecidas a lo que ellos hacían, pero lo cierto es que nunca lo sabré con certeza. Lo que si sé es que funcionan en la Práctica y que respetan los preceptos recogidos en los textos, lo que resulta satisfactorio sobretodo porque constituyen una realidad objetiva y demostrable, no una valoración subjetiva e indemostrable en la Práctica. Aunque esa práctica tiene un valor relativo a este momento y a este lugar, no un valor absoluto. Lo que hoy es bueno puede ser malísimo dentro de tres años simplemente por un simple cambio en el contexto, por ejemplo aumentando o disminuyendo el nivel de protección.
Ese es el motivo de que el trabajo mecánico, el técnico, el dominio de los compases y de la distancia, y el asalto libre deben conjugarse para obtener, en cierto tiempo, un repertorio de conocimientos prácticos que permiten al practicante hacer Esgrima, no solo tocar. Tocar si, pero bien, no de cualquier forma.
Por otra parte, el asalto libre no es una realidad estática. Dentro de un asalto se pueden aprender y practicar cosas diferentes, según la actitud con que nos aproximemos y lo que queramos trabajar. Cuando un tirador va dejando de ser novato y posee ciertos recursos técnicos y mecánicos en un asalto libre puede trabajar aspectos diferentes de la práctica de la Esgrima – pactando incluso un menor nivel de intensidad con su adversario – de forma que la toma de decisiones no queda afectada ni falseada pero se suaviza el nivel de dificultad y permitiendo a los tiradores “jugar las armas” y con la práctica, mejorar.
Y también pueden – y se debe – tirarse asaltos “a ultranza” y competir, adaptándonos a unas reglas y limitando o modificando así el juego pero evitando así perder de vista la concentración y el trabajo emocional y entender que en estos casos lo mejor son las acciones simples y directas, más que las florituras – que no significa hacer el bestia –
Con ello buscamos un entrenamiento equilibrado – dentro de las posibilidades humanas que el las limitaciones de tiempo del mundo moderno nos conceden –y aprender no solo a tirar, sino Esgrima.
En realidad el trabajo con el asalto libre puede ser variado y enriquecedor. Esto depende del profesor pero también de la actitud del alumno cuando entrena.
Si se tira fuerte y concentrado enfocando el asalto al resultado, a tocar, el asalto libre ayuda a desarrollar la táctica de asalto, a controlar las emociones y a conocer nuestros puntos fuertes y nuestras debilidades, que no es poco vaya. Sin embargo si esta es la actitud que se adopta en todos los asaltos, si por una parte se adquiere un buen conocimiento de la táctica a aplicar para obtener un resultado favorable – el tocado – por otra parte se bloquea la posibilidad de adquirir un juego de mayor complejidad técnica, mas sutil y virtuoso, en el que el tacto y el dominio de la hoja contraria, la comprensión de la distancia y del juego angular, y el control de las emociones elevan la Práctica a un nivel claramente superior.
Ambas realidades deben convivir en una simbiosis constante si lo que se pretende es alcanzar los niveles superiores del Arte y no ser simplemente un tipo peleón. Esta convivencia no es fácil y no puede establecerse de la misma forma para todos: cambia de escuela a escuela, de sala a sala de tirador a tirador. Cada esgrimidor al implementar el arte en una práctica única y singular debe encontrar su propio equilibrio en el entrenamiento para poder progresar, vencer el ego que acecha siempre a la vuelta de la esquina y encontrar, poco a poco su propia forma. A medida que los años pasen, si uno es honesto consigo mismo, se dará cuenta, con más claridad de sus fortalezas y debilidades, tanto técnicas como sobretodo, emocionales y estará en mejores condiciones para encontrar su propio equilibrio interior y, como consecuencia, exterior.
Sin embargo todo esto no puede hacerse solo a través del asalto libre o semilibre por muy flexible y confiada que sea la actitud del esgrimidor. Los recursos mecánicos, antes que los técnicos deben ser interiorizados de manera previa, por lo menos hasta un nivel aceptable o no hay manera de tener la confianza suficiente en el asalto de hacer más que tres o cuatro cosas. Por eso, como ya he esbozado “tirar asaltos libres” no posee un significado unívoco. Su sentido es variable y depende de la experiencia y conocimientos del que enseña, de su actitud personal cuando él mismo tira puesto que será la referencia visual y emocional de sus alumnos, pero también y mucho de la actitud del alumno cuando entrena tanto en la fase mecánica, la técnica o durante el asalto.
Cuanta menor es la experiencia del profesor y más bajo el nivel, más asaltos libres se tiran y mayor dependencia hay de ellos dentro de la metodología general, otorgando menos peso al resto del entrenamiento. Con una mayor experiencia y conocimientos, uno se acaba dando cuenta de que hay otros recursos, tanto a un nivel general como particular, que pueden y deben utilizarse para formar esgrimidores competentes, o usando el término antiguo, diestros.
Por mi parte yo soy un firme defensor del asalto libre como herramienta, y lo uso, con regularidad, entre otras cosas porque si en la actualidad empezamos a devolverle credibilidad a la Destreza como método Práctico es porque en el asalto libre, desde hace ya algunos años, somos capaces de jugar las armas siguiendo sus principios y ser efectivos. En realidad hay ya bastante gente en la AEEA que es capaz de hacer una esgrima efectiva ateniéndose a esos principios y usando diferentes tipos de armas o combinaciones de armas. Y esto es esencial porque el que no toca, bien claro, no convence. Dificil situación, tocar no es lo único importante, no basta, pero es importante y hay que tocar. Como se suele decir es condición necesaria pero no suficiente. Y el juez de esas condiciones somos en último término nosotros mismos. Hace algún tiempo un alumno me dijo que complicado era eso. Y tenía razón, pero nadie dijo que hacer las cosas bien iba a ser fácil.
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